viernes, 2 de enero de 2009

El EZLN, otro aniversario

MEXICO: “Traición a la patria” (La Jornada-AIPIN_AYI)Laguna El Carmen Pataté, Chis. Siete indígenas tzeltales acusados de ser los primeros traidores a la patria en el siglo XX después de la Revolución Mexicana, habitan en esta comunidad de las cañadas de la selva Lacandona desde hace 15 años. Desde entonces pertenecen a la Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC) –una de las cuatro fracciones en que se dividió la agrupación después de 1994– y fueron acusados por el Ejército Mexicano de pertenecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), siete meses antes de que éste hiciera su aparición pública el primero de enero de 1994.
Junto con dos guatemaltecos y otro habitante del poblado, que ya murió, los siete indígenas fueron los primeros encarcelados por su presunta participación en la guerrilla zapatista, cuando ésta todavía no se daba a conocer públicamente.
Ellos no saben si la acusación de “traidores a la patria” deba enorgullecerlos por absurda, o apenarlos por su delicada implicación. Pero están seguros de su inocencia, y de la honda huella que el alzamiento zapatista dejó en ellos y sus familias.
El 22 y el 23 de mayo de 1993, siete meses antes de la insurrección armada del EZLN, tropas del Ejército mexicano localizaron el campamento Las Calabazas en la sierra Corralchén, de la selva Lacandona. Fue el primer indicio firme de la presencia del hasta entonces desconocido grupo rebelde. Esto provocó los primeros enfrentamientos entre fuerzas federales y zapatistas, con bajas mortales y heridos de ambos bandos, y trajo en consecuencia un enorme despliegue militar en la zona.
El 24 de mayo de 1993, con tres muertos y algunos heridos en sus filas, decenas de uniformados llegaron a Pataté y rodearon el pueblo. Pidieron a los pobladores que se concentraran en el centro, y luego obligaron a los jefes de familia a mostrarles sus viviendas. Durante las revisiones los uniformados encontraron ocho armas calibre 22 y rifles arcaicos, que los indígenas utilizaban para cazar.
Al final de la inspección y del interrogatorio colectivo, ocho indígenas fueron escogidos y, con la mentira de que los regresarían poco después, los llevaron detenidos a la comunidad La Garrucha, a unas dos horas, donde los militares construyeron su campamento. Ellos eran Tiburcio Ruiz Clara, Melchor Jiménez López –quien falleció hace dos años–, Lázaro Pérez Lorenzo, su hijo Marcos Pérez Jiménez, Nicolás Clara Ruiz, Manuel Clara Ruiz, Antonio López Jiménez y Melchor López Jiménez. Por separado se aprehendió a los guatemaltecos Salvador Mateo y Mateo Salvador Domingo, quienes fueron bajados de un camión cuando recorrían la zona vendiendo ropa.
Después de tres días de interrogatorios sobre su presunta actividad guerrillera y la ubicación de los demás campamentos, fueron internados en el área de máxima seguridad del penal de Cerro Hueco, en la capital chiapaneca.
Entonces se enteraron de que se les imputaron los supuestos delitos de homicidio, lesiones, asociación delictuosa, portación y acopio de armas y de traición a la patria, crimen del que nadie había sido acusado desde la Revolución Mexicana, y que en teoría los puso al borde del fusilamiento.
Gracias a gestiones de abogados, presión de la ARIC y de organismos defensores de derechos humanos, dos meses después de su detención fueron liberados bajo fianza Lázaro Pérez, Marcos Pérez, Nicolás Clara y Melchor López, así como el guatemalteco Salvador Mateo. Los restantes cuatro indígenas de Pataté y el otro guatemalteco continuaron su proceso recluidos en Cerro Hueco.
López Jiménez señaló que el gobernador interino Javier López Moreno les prometió que antes de que cumplieran un año en prisión los liberaría, por saber de su inocencia. Y así fue: salieron de la cárcel el 23 de mayo de 1994, la víspera del primer aniversario de su detención. “No nos dijeron nada, ni disculpas ni nada, sólo nos soltaron en la puerta y que nos vaya bien; no preguntaron si teníamos cómo irnos o no; una patada en el trasero nos dieron”, contó Tiburcio Ruiz.
Los ocho indígenas regresaron a Laguna El Carmen Pataté. Lo triste, afirmaron, es que después de 15 años, las 36 familias que habitan en el poblado, a unos 60 kilómetros de la cabecera municipal de Ocosingo, siguen en la marginación.
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MEXICO: La otra cara del alzamiento. (El Sol de Córdoba / J. de Jesús Algarín Durán-APIN_AYI)Córdoba, Ver. Hace 15 años, cinco reporteros de Veracruz fuimos testigos de los cruentos enfrentamientos que se registraron en municipios de Los Altos de Chiapas, entre un incipiente Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Ejército Mexicano. Tuvimos la tarea de presenciar hechos históricos que pocos conocieron.
Dice Manuel Mejido que para ser reportero no sólo se necesita tener estudios, ser un investigador astuto y sagaz para oler donde está la noticia. También se necesita otro elemento. Tener suerte y nosotros 5 tuvimos la suerte de poder estar en el lugar preciso de los hechos, incursionar con los convoyes militares y testificar que aquella masacre fue por desatinos enormes de un ser ególatra que huyó a la sierra, después de retar al Ejército Mexicano, dejando indefensos a cientos de indígenas que creyeron en sus ideas de libertad, justicia y reparto justo de la tierra. Con todo el respeto a los muertos indígenas que ofrecieron su vida anhelando un futuro mejor para sus pueblos.
El primero de enero de 1994, fecha en que entraba en vigor oficialmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con el cual México se incorporaría como una economía de primer orden, el país estalló en llamas. Después de que millones de mexicanos mantenían la mirada hacia el norte del país esperando las reacciones del anhelado Tratado que nos permitiera salir del subdesarrollo tuvieron que voltear abruptamente a ver la rebelión de miles de indígenas miserables, que con palos, machetes y rifles de madera desafiaron por vía de la guerra a un ejército mexicano bien entrenado, equipado con armas de alto poder y sobre todo bien alimentado, en busca de un sueño que les sembró un seudo guerrillero llamado subcomandante Marcos.
En la madrugada de ese primer día de 1994, grupos de indígenas tzotziles y tojolobales se apoderaron de los principales municipios ubicados en Los Altos de Chiapas. San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Altamirano, Huixtan, Oxchuc y Las Margaritas fueron las principales cabeceras donde cientos de indígenas tomaron por asalto los palacios municipales, sorprendiendo a los trasnochados policías que acababan de celebrar el año nuevo a quienes sometieron y en algunos casos mataron, como ocurrió en Las Margaritas.
La consigna era retar al Gobierno federal y difundir la declaratoria de guerra que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional hacía al presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari y al Ejército Mexicano. En ella, ordenaba ilusoriamente, confiscar los bienes al enemigo, aceptar la rendición de los militares que quisieran unírseles, exhortaba al pueblo a apoyar la guerra y avanzar con todas sus divisiones rumbo al Distrito Federal para deponer al presidente del neoliberalismo.
El Ejército Mexicano, acantonado en su base militar de Rancho Nuevo, ubicado entre San Cristóbal de las Casas y Ocosingo, fue cauteloso, no respondió de inmediato al reto. Esperó todo el día primero de enero y el martes contraatacó encabezando la fuerza de sus ataques a la recuperación del palacio de San Cristóbal.
Los primeros enfrentamientos arrojaron un saldo superior a los 100 muertos aunque esas cifras se maquillaron y sólo lo resumieron a 70 víctimas.
Llegamos a San Cristóbal de las Casas a alrededor de las 18:00 horas. Habíamos viajado todo el día, desde la madrugada procedentes de Córdoba. Inicialmente éramos 3 periodistas. Tomás Contreras García, el reportero gráfico Jesús Lazo y un servidor. Horas más tarde se nos uniría Manuel Carvallo, corresponsal de El Sol de Córdoba en Veracruz que de aventones, viajando en un carguero lleno de naranjas nos había alcanzado para cubrir los hechos.
De momento empezamos a oír disparos. Uno, dos, varios y luego muchos, muchas balas y después vinieron las explosiones. Después supimos. Eran granadas de fragmentación. Cientos de elementos del Ejército Mexicano habían decidido tomar a sangre y fuego el palacio de San Cristóbal. Corrimos en dirección de las balas y pudimos presenciar las tácticas militares para tomar por asalto el palacio. Grupos de 8 ó 10 soldados iban derribando una a una puerta tras puerta del palacio en busca de guerrilleros pertrechados. Algunos de ellos nos encañonaron. Al grito de periodistas nos dejaron seguir avanzando a su lado hasta que poco a poco los disparos se fueron haciendo menos y cada vez más esporádicos. El asalto al palacio había concluido y el edificio estaba recuperado. ¿Cuántos murieron ahí?, nunca nos permitieron ver las bajas ocasionadas a los "transgresores", como Televisa los mencionaba a través de sus noticieros.
A partir de ese momento, quien esto escribe y sus compañeros cubrieron una serie de acontecimientos sangrientos que se fueron desgranando, como quien ve caer un chorro de casquillos de una metralleta accionada. Enfrentamientos, muertes, asesinatos, fusilamientos fueron cubiertos puntualmente y enviados a esta redacción para su oportuna y exclusiva publicación.
Los hechos ahí están plasmados. Sería ocioso volver a narrar lo mismo. Nuestra hemeroteca es testigo mudo de la cobertura.
Necesario es hacer hincapié que tanto el Ejército Mexicano como los miembros del EZLN cometieron graves atrocidades.
El día 3 de enero de 1994, arribamos a las goteras de la cabecera municipal de Las Margaritas, recién recuperado por elementos de la Sedena. Observamos cuerpos desmembrados. Algunos pobladores nos narraron que ahí indígenas del EZLN habían establecido un retén para detener a cuanto vehículo particular pasaba.
Los bajaban, les quitaban cuanto podían pues se había establecido el impuesto de guerra. Muchos o no llevaban dinero o se opusieron a entregar sus escasas pertenencias y ahí mismo fueron ajusticiados. Recuerdo bien la versión de un poblador que me señaló el cuerpo desmembrado a la mitad de una persona y me dijo: "Este no quiso dar dinero a los zapatistas y fue amarrado de manos y pies a las defensas de dos carros y desmembrado. Ahí entre la maleza, algunos perros tenían un festín. Comían carne humana.
Ya en la cabecera se comprobaron los asesinatos de varios policías además de la violación de algunas monjas que tenían a cargo un hospital de ayuda a pobres que ahí funcionaba.
Huixtán fue para nosotros una prueba más. Sorprendidos por cerca de 500 indígenas del EZLN fuimos bajados del vehículo que manejaba. Todos hablaban dialecto uno que otro el castellano. Esos, nos increparon que éramos gente del gobierno que íbamos a espiar. Con las manos en alto nos condujeron a una explanada de la plaza central, mientras otros revisaban minuciosamente nuestro equipo. Nos dijeron que ahí mismo nos iban a matar. Solo veíamos a indígenas por todos lados, con palos, machetes y puntas como lanzas. Por mi mente sólo pasó la imagen de mi esposa y una hija de dos años que me esperaban en Córdoba. Por fortuna alguien entró en razón. Sólo nos dijeron que nos largáramos ya, lo más pronto posible y eso hicimos.
Pusimos rumbo a Ocosingo, pero antes en Oxchuc encontramos a miles de campesinos congregados. Estaban enardecidos. Tenían a cerca de 8 miembros del EZLN cautivos. Amarrados de manos y cuello. Estaban llenos de golpes, sus caras estaban tumefactas de tanta lesión. Los arrastraban con sogas y al final los subieron al kiosco de la plaza única. Arengaban al pueblo a lincharlos, a cobrar justicia por su propia mano. Decían estar cansados de los abusos y saqueos del EZLN, de que por su culpa el ejército los perseguía. Tomamos fotos. Teníamos hambre y no había lugar donde poder comprar o adquirir comida. Tomamos algunas cajas de galletas tiradas en una tienda saqueada y con eso calmamos el ruido intestinal. Nos retiramos presurosos del lugar rumbo a Ocosingo donde se libraban los peores enfrentamientos.
Enclavado en una hondonada, este municipio era objeto de sistemáticos ametrallamientos por helicópteros artillados del Ejército Mexicano. Fuimos detenidos por elementos castrenses en las afueras. Ahí encontramos a más reporteros. Sorprendentemente había ahí periodistas italianos del Corriere de la Siera, de Japón, Alemania y Argentina. Como si previamente hubieran sido invitados a la cobertura del levantamiento.
Cuando logramos entrar a Ocosingo, la devastación era total. Del Palacio Municipal aún salían llamas y olor intenso a pólvora y cordita. Con pedazos de tela blanca amarrada en palos hicimos nuestras banderas para poder desplazarnos pese a los riesgos a causa de los tiroteos que perduraban. Algunos militares se enfrentaban a un francotirador ubicado en el campanario de la iglesia. Finalmente lo derribaron. El mercado era una masacre, por todos lados había muertos, ametrallados y muchos de ellos con el tiro de gracia en la nuca. Niños de 11 a 14 años a lo máximo con carrilleras, tirados en posiciones grotescas muertos a balazos. Uno de ellos era de un indígena, con carrillera, camisa azul, lo recuerdo bien, tenía botas de hule como la mayoría de zapatistas, tirado de costado, a su lado un rifle de madera, sintetizaba el engaño que los jefes guerrilleros inculcaron en cientos de indígenas a quienes hicieron creer que con rifles de madera aterrorizarían a miles de soldados completamente equipados a quienes declararon la guerra. Esa foto, al igual que nosotros la obtuvimos, fue tomada por un fotógrafo de AFP, Joe Cavaretta quien desde San Cristóbal de las Casas la transmitió a su agencia internacional y se internacionalizó. Dio la vuelta al mundo entero, pues simbolizaba el reto que un grupo de desarrapados indígenas había hecho al ejército mexicano.
Aún recuerdo el intenso olor a resina de pino que se metía en los poros cuando circulábamos en las carreteras de Los Altos de Chiapas. Eran trazos de asfalto que se perdían en medio de enormes bosques de pino. Prometí regresar un día y llevar a mis hijos para decirles lo que ocurrió. Lo que quizás ni en libros se llegue a relatar. Aún no he podido regresar pero mis recuerdos siguen vigentes. Me sigo preguntando, para qué tanta muerte, qué ganó Marcos al llevar a la masacre a cientos de indígenas. También me pregunto ¿Qué celebran? Aún no he cumplido mi promesa de llevar a mis hijos a esos lugares. Ojalá el tiempo y vida lo permitan.
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MEXICO: Los zapatistas y la muerte de inocentes. (El Sol de Córdoba / Tomás Contreras García-APIN_AYI)Córdoba, Ver. A quince años del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el estado de Chiapas, los recuerdos quedan. El dolor de perder a sus seres queridos, imborrable para muchos y el presenciar la masacre de cientos de inocentes, no se olvida, ni se olvidará.
De los reporteros del estado de Veracruz que desde el inicio del levantamiento de los zapatistas cubrieron la información, sólo cinco: José de Jesús Algarín, Jesús Lazo, Manuel Carvallo, Tomás Contreras y Rafael González, los primeros de El Sol de Córdoba, (Organización Editorial Mexicana) y, el último, de la Editora Arróniz. Lo que pasó en el estado de Chiapas es del dominio público. Unos lo calificaron como un movimiento político, organizado por el mismo Gobierno federal; otros, la sublevación de la gente más marginada.
La realidad, los intereses de unos cuantos y la manipulación de gente pobre, de aquellos que creyeron que con un rifle de madera iban a cambiar a todo el país. El engaño de políticos que no tuvieron sentimientos, pero sobre todo que no dimensionaron la magnitud de lo que podría ocurrir, y ocurrió.
La orden en esta empresa fue dada y había que cubrir la información, en estos casos no importa el estado y mucho menos si es un evento social, político, deportivo o policiaco. "Vete por ropa para unos diez días, hay un levantamiento armado en Chiapas y hay que cubrirlo. Nos llevamos de fotógrafo a Lazo", fue la orden de José de Jesús Algarín, sin oportunidad a decir "me siento mal, estoy crudo, hoy es día primero".
Los comentarios de hoy con Pepe Algarín, nos llevan a la reflexión. Nunca hay miedo. Eso viene después. El pasar por La Ventosa, ver uno, dos, tres vehículos volcados, llama la atención. Pero hay que seguir, ir en busca de la noticia, la noticia nacional. Llegar a la sierra negra, tras un sinnúmero de paradas por los retenes del Ejército Mexicano, poco a poco incita a estar más en el lugar deseado. Nunca pensamos que se fuera a desatar una masacre y que nuestras vidas fueran a estar en peligro.
Porque así fue.
Vivir el estado de queda, cobijarse con el "pasquín" de El Tiempo, un periódico local en San Cristóbal de las Casas, donde se refugiaban muchos reconocidos periodistas, nos hizo reflexionar sobre el caso que se nos había encomendado.
Cámaras y un datafoto, con papel fotográfico y tres mil pesos, con nuestra respectiva libreta y lapicero, nos incitaba a seguir. Ya teníamos la referencia de lo que ocurría, pero no escogimos el hotel que nos diera la oportunidad de transmitir.
La salida del primer hotel, con todo nuestro equipo y equipaje, fue al siguiente día, rumbo a la zona de combate. Ya habíamos estado en la toma y quema del palacio de San Cristóbal de las Casas. Ver gente correr, despavorida, no causó la más mínima impresión. Lo que sí, las ráfagas e incendio del inmueble. Pocos reporteros, pocos fotógrafos.
El error, no salir en caravana.
En el segundo día de estar en territorio chiapaneco, fácil se hizo a los reporteros de esta empresa desplazarse a la zona de combate. En el camino, un autobús con 17 personas muertas y calcinadas a bordo. Lo demás, coches o camionetas con tripulantes asesinados y quemados. Había niños. Incluso, mujeres que perecieron quemadas con sus hijos en brazos. Era horrendo.
Pero eso apenas comenzaba, porque a nuestro paso había que superar troncos de árboles, piedras, carros, que obstruían el circular de los vehículos.
Fue así como llegamos a Oxhu. Desde la loma, nadie se veía. Sólo había obstáculos, como grandes rocas que impedían circular.
Repentinamente salieron decenas de zapatistas que interceptaron la Combi. Hubo necesidad de utilizar las camisetas como bandera blanca, para dar a entender que íbamos en son de paz.
Pese a ello, nos atrincheraron. Nos despojaron de nuestro dinero, echaron a perder material fotográfico y revolvieron toda nuestra ropa. Ninguno de nosotros entendía lo que acordaban, hablaban en dialecto y nos mantuvieron por horas encañonados, con verdaderas armas, no de madera.
El reportero se transforma. No siente. No hay miedo. La preocupación es llegar a su sitio de alojo, escribir y transmitir. En esos momentos los seres más queridos son los compañeros de trabajo, lo que corren el mismo riesgo.
Pueblos semidesiertos, sin comida. Muertos por doquier, es lo que se observaba. Había mucho que escribir, pero poco tiempo para hacerlo. Es más, se carecía de las herramientas para hacerlo.
Nuestro laboratorio de fotografía, el baño del hotel. Había que hacer cola para trasmitir la poca información que se podía. Los comentarios de que habían sepultado a sus familiares en el interior del hogar, ya no eran nota trascendente.
Se observaba como excavaban con maquinaria pesada grandes fosas, donde eran sepultados 50, 60, 100, 200 chiapanecos. Esos que recogían en las calles, como si fueran basura.
Ocosingo, un infierno.
Si en Las Margaritas, Oxhu y otras comunidades de los altos de Chiapas, los enfrentamientos habían dejado funestos resultados, lo ocurrido en Ocosingo, es difícil de narrar. Todos, y digo todos, los que tuvieron la oportunidad de estar en el mercado de Ocosingo, presenciaron una de las más grandes masacres de México.
Los niños, mujeres y ancianos que vendían su mercancía, así quedaron sobre sus puestos, abatidos por las balas, junto con sus clientes. Zapatistas en los pasillos y en los accesos, con armas de madera.
Un cuadro desgarrador, porque había menores de 10, 11, 12 años de edad, masacrados, empuñando un rifle de madera.
Los reporteros que estábamos en la zona de combate, sólo comíamos galletas. Y, al estar por la noche en el hotel, se escuchaba al maestro Zabludosky: "La calma retorna a Chiapas, los grupos alzados han sido doblegados por la Sedena". La expresión de los reporteros era de enojo. La realidad en el lugar de los hechos era otra.
Así, en medio de las balas y junto a los zapatistas, reporteros de esta editora conocieron la veracidad de los hechos. Ahí, con Marcos, con Samuel Ruiz y con esos niños y gente que ni siquiera sabía lo que hacía, vivimos un combate que llamó la atención de todo el mundo.
Por eso, nuestra intención, siempre mantenerlos bien informados, desde el lugar de los hechos. Por eso hoy estamos con usted, porque distingue lo mejor.
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MEXICO: Y los indígenas cambiaron México. (Epigmenio Ibarra / Milenio-AIPIN_AYI)Bienvenida sea la Revolución; bienvenida sea, esa señal de vida, de vigor de un pueblo que está al borde del sepulcro. Ricardo Flores Magón
Bajaron de las montañas; salieron de la selva y las cañadas y lo hicieron a pleno día. Miles fueron testigos del paso de las columnas que se dirigían a Las Margaritas, Ocosingo, San Cristóbal de las Casas. Los camiones cargados de indígenas mal armados serpenteaban por los caminos de la selva; en cada caserío se les miraba con respeto y con esperanza; se les colmaba de bendiciones.
Unos, de entre esos miles que miraban atónitos pasar a ese ejército de desarrapados, tenían miedo; los más compartían la misma rabia acumulada, atesorada, pulida paciente y dolorosamente con las muchas y ancestrales humillaciones, convertida en determinación que impulsaba a esos guerrilleros, a esos enmascarados que se disponían a hacer su presentación en sociedad. Se habían propuesto —y estaban dispuestos a morir en el intento— nada más y nada menos que cambiar el mundo y para comenzar la tarea iban a combatir a las fuerzas federales acantonadas en las cabeceras municipales.
Tocarían a balazos las puertas de los cuarteles y palacios. Irrumpirían de golpe en la vida de un país que los había condenado al olvido y a la marginación.
Que eso iban a hacer esa misma noche; que desatarían la guerra y que, en consecuencia, el infierno habría de alcanzarlos y cebarse en ellos, instalarse en las selvas y montañas donde vivían, de arrasar con su fuego sus caseríos y cultivos, truncar vidas, romper familias era algo que todos imaginaban que habría de suceder y que simple y llanamente aceptaban como un sacrificio necesario. Al borde de la muerte —porque la miseria mata— habían decidido que apurarla, si era necesario, valía la pena.
Estaba claro de que enfrentarían a un enemigo mil veces superior y que la lucha sería larga y cruenta. Lo sabían los combatientes, pero también las madres y las esposas, las hermanas, los hijos, los vecinos, el señor de la tienda, el dueño de los camiones, los catequistas y comisarios ejidales, los comerciantes que bajaban todos los días a las ciudades y se cruzaban continuamente con el ejército federal, los maestros de las muy pocas escuelas de la zona, los trabajadores de las recién inauguradas clínicas de salud, los jornaleros, los peones que trabajaban en condiciones casi de esclavitud con los finqueros.
Era un secreto a voces compartido por miles y que sin embargo nadie filtró —ni por cobardía, ni por conveniencia, ni por discrepancia— a las áreas de inteligencia militar. Nadie, en la historia militar de América Latina, se había atrevido a tanto con tan poco. Nadie había actuado tampoco con tal desparpajo. Sólo ocultaban sus rostros; todo lo demás quedaría, a partir de esa noche, expuesto para siempre.
Seguían los zapatistas, es cierto, el modelo insurreccional del FMLN, pero lo superaban. Allá en Morazán, en Chalate, en Guazapa, en las propias goteras de San Salvador había combatido y derrotado a la fuerza armada salvadoreña un ejército guerrillero de nuevo tipo, que partiendo de la premisa de que su única “montaña era el pueblo” coexistía prácticamente, todo el tiempo y a todo lo largo y ancho del país, con importante núcleos de población civil.
Ahora, los zapatistas, que sí tenían un territorio donde guarecerse al abrigo de selvas y montañas impenetrables y donde habían preparado a ese ejercito insurreccional, rompían, como los salvadoreños, las reglas de la conspiración guerrillera tradicional y los cánones de la “guerra popular prolongada”. En lugar de mantenerse seguros en su retaguardia y preservar sus fuerzas propias, como hacen las FARC y por lo que —posponiendo siempre el combate— se han corrompido, los zapatistas ponían esa noche del 31 de diciembre de 1993 toda la carne en el asador.
Que había guerrilla en Chiapas se sospechaba; que iban a abrir 1994 con una ofensiva insurreccional de tal envergadura lo sabían por fuerza miles, quizás decenas de miles de pobladores de la zona, pero nunca lo imaginaron siquiera —y quien eso afirme miente descaradamente— los altos mandos del ejercito o los funcionarios gubernamentales. Los generales estaban de fiesta; también el gobernador, los secretarios de Estado, el Presidente de la Republica. México entraba por fin, con el TLC y sometido a un régimen autoritario que se preparaba para mantenerse en el poder por unas décadas más, al primer mundo.
Y entonces esa noche, hace 15 años, justo en las primeras horas de 1994, sonaron unos tiros en el sureste mexicano…

EUROPA: Quince años después, ¿viva Zapata?. María Sánchez Díez. (Fuente: Solitu). "Disculpen las molestias, esto es una revolución". Con este mensaje, el 1 de enero de 1994 encapuchados indígenas mexicanos se alzaron en armas en el depauperado estado de Chiapas, al sur de México. El llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) no sólo interrumpía así el apacible paseo de los turistas que pasaban el fin de año en San Cristóbal de las Casas, capital cultural de Chiapas. Frenaba el paso de un México que ese mismo día estrenaba su flamante Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, pero en el que una flagrante desigualdad se cebaba con los indígenas. La reivindicación, incómoda, aparecía sobre la mesa: el reconocimiento y el respeto a la identidad y los derechos de los pueblos indígenas mexicanos, que se consideraban negados tradicionalmente por el Estado desde tiempos coloniales.

Aquélla era una revolución contra el ostracismo y la marginación. Contra la miseria y el racismo al que, según ellos, los sucesivos gobiernos habían tenido sumidos durante siglos a los descendientes de los pobladores originarios de este país centroamericano. En definitiva, toda una cruzada contra el olvido que, por sus características, cautivó a grandes sectores de la izquierda intelectual (músicos, escritores), tanto en México como en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, quince años después de lo que algunos consideraron la primera revolución posmoderna, pocas son las noticias que llegan del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. ¿Ha sido el zapatismo víctima del olvido contra el que se levantó?

Una respuesta a esta cuestión ya la dio hace unos meses el propio subcomandante Marcos, carismático líder del EZLN, convertido por la gracia de los movimientos antiglobalización en casi un objeto de mitificación. "Pasamos de moda", dijo el portavoz zapatista. Y lo cierto es que el protagonismo mediático y político de un EZLN que, en su día, fue la china en el zapato que puso en jaque al Gobierno y al Ejército se ha ido diluyendo con el tiempo en un México fuertemente marcado por la violencia del narcotráfico.

Hay quien culpa al propio Marcos de haber dilapidado las simpatías políticas que generó en la izquierda mexicana al romper relación con el progresista Partido de la Revolución Democrática (PRD). Desde el punto de vista de los zapatistas, al igual que el resto de fuerzas políticas mexicanas, el PRD traicionó al movimiento al votar en el Congreso y el Senado mexicanos a favor de dictámenes que le quitaban toda la significación a los acuerdos alcanzados entre el EZLN y representantes del Gobierno en materia de derechos indígenas: el acceso a los recursos naturales de sus territorios y el respeto a la libre determinación.

Se cerró así la puerta al acuerdo con una clase política. Y empezó el camino que hoy sigue el EZLN: la colaboración con la sociedad civil. La unión a otros movimientos reivindicativos, grupos y colectivos artísticos y culturales como los surgidos tras la masacre de Atenco y las revueltas magisteriales de Oaxaca. El líder (que siempre ha negado serlo) en los últimos tiempos ha planteado sin embargo la necesidad de revisar y redefinir su estrategia. Marcos también ha entonado el 'mea culpa' y ha reconocido que, si pudiera cambiar algo de la trayectoria del EZLN, sería el excesivo protagonismo mediático que ha encarnado y cuya luz hoy algunos creen que se extingue.

¿Qué pasa hoy en Chiapas?
Modas y tácticas aparte, lo esencial de la actividad zapatista en la actualidad sigue siendo casi invisible en el espacio público. Sin embargo, no puede decirse que las desigualdades entre población indígena y no indígena (tasas de alfabetización, de mortalidad infantil, etc.) se hayan paliado en el estado de Chiapas ni en el resto del país. Rota su relación con los políticos, el EZLN decidió no esperar a que ningún gobierno resolviera sus problemas y acometió la tarea por su propio pie. "Tras hacer todo el recorrido institucional y no encontrar respuesta, ¿qué sigue? Volver a las armas o aplicar a los hechos el proceso de libre determinación", explica Ernesto Ledesma, portavoz del Centro de Análisis Político e Investigaciones Sociales y Económicas (CAPISE).
La segunda opción fue la elección de los zapatistas y, en 2003, comenzaron a tejer una red de municipios organizados al margen de las instituciones y la administración oficial mexicana. Nacieron así los llamados Caracoles, espacios de encuentro político donde desarrollan su actividad las Juntas de Buen Gobierno, una especie de 'autoridad' rotativa y obligatoria para los zapatistas de base que controla el funcionamiento de los casi cuarenta Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ). "Lo que han hecho ha sido crear su propio gobierno, con todas las instituciones en salud, en política agraria, en proyectos productivos, en justicia", explica Ledesma. "Y lo que está construido ahí dentro, aunque no salga en los medios, existe", añade el portavoz de esta organización que lleva a cabo iniciativas de apoyo a las comunidades indígenas y que monitorea la presencia militar en Chiapas.
Precisamente es la militarización de la zona uno de los principales motivos de preocupación para los zapatistas y sus simpatizantes. Ledesma, que el pasado mes de febrero realizó una gira por países europeos para denunciar la situación, cifra en 59 el número de campamentos que operan en las áreas donde están establecidos los indígenas. "Mientras haya Ejército, habrá conformación de grupos paramilitares", lamenta.
En el centro del conflicto, como tantas otras veces, la tenencia de la tierra: desalojos forzados, amenazas, triquiñuelas para obtener títulos de propiedad...
El diagnóstico, tanto de CAPISE como de otros centros de derechos humanos como el Fray Bartolomé de las Casas, es que la presencia militar se traduce en el adiestramiento y armamento de sectores de población indígena con el objetivo de generar violencia intercomunitaria. En el centro del conflicto, como tantas otras veces, la tenencia de la tierra: desalojos forzados, amenazas, triquiñuelas legales para obtener títulos de propiedad... los observadores documentan todo un catálogo de técnicas intimidatorias. "Se entrena y arma a grupos para que ocupen las tierras que cultivan los indígenas de filiación zapatista", explica Ledesma, "porque para el Estado mexicano fomentar el conflicto significa garantizar la debilidad del enemigo, que es el zapatismo", resume.
El capítulo más sangriento de violencia paramilitar tuvo lugar hace diez años en la llamada matanza de Acteal, cuando el grupo Máscara Roja masacró a casi 50 civiles a 200 metros de distancia de un retén de policía. Aunque no se han vuelto a repetir episodios tan feroces, las agresiones y amenazas siguen formando parte de la realidad cotidiana, especialmente en las zonas estratégicas de mayor interés turístico de Chiapas, un estado plagado de enclaves paradisíacos. Y continúan cobrándose víctimas.
¿Qué futuro le espera al zapatismo?
A pesar de la gravedad de la situación que denuncia, Ledesma reconoce que "hay etapas y tiempos de intensidad política" y que el 'boom' del zapatismo pasó. Pero, según él, las injusticias siguen inamovibles, así como la voluntad de atajarlas. Por eso, en lugar de concentrarse en la presencia en los medios de comunicación cree que es interesante fijarse en las construcciones políticas innovadoras que desarrollan los zapatistas en Chiapas. Todo un proyecto "libertario, de soberanía de base y de transformación radical social", según Carlos Taibo, profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de 'Movimientos de resistencia frente a la globalización capitalista', obra en la que sitúa al EZLN como referencia en el maremágnum de contestación frente al sistema económico actual.
Ambos comparten la percepción de que a los zapatistas todavía les queda mucho por decir y que las redes de apoyo y solidaridad que generaron en Europa siguen intactas. Al fin y al cabo, el EZLN continúa siendo aquel ente innovador y de todo menos convencional que levantó tantas adhesiones: un ejército pacifista que abandonó el uso de las armas a los pocos días de insurreccionarse. Una guerrilla que no pretendía tomar el poder político.
Según Taibo, la actual quiebra del sistema derivada de la crisis económica internacional puede devolver protagonismo a movimientos como el zapatista, con su fuerte impronta antiglobalización. "Ahora van a ser menos invisibles que antes", vaticina Taibo. "Vamos a asistir a una edad de oro de los movimientos de contestación y la reivindicación zapatista de la primacía de la base y de lo local debe ser una de las recetas básicas para encarar el problema", afirma. Es decir, que la cruzada contra la injusticia y la desigualdad continúa y no es patrimonio exclusivo de las montañas de Chiapas (ese rincón del mundo "abajo y a la izquierda").

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¿Donde está el Subcomandante? (Radio Cable-Aipin-AYI)Los zapatistas celebran estos días el 15º aniversario de su levantamiento. Chiapas conmemora su revolución pero la ausencia de Marcos en las primeras celebraciones y su silencio de los últimos años desdibuja al EZLN. El movimiento armado clandestino que aprovechaba todos los mecanismos de la red para reclamar los derechos de los índigenas se siente huérfano.
“…Hasta el último minuto del 31 de diciembre, los asistentes al evento político esperaban ver aparecer a su líder más destacado, el subcomandante Marcos, pero no apareció ni envió mensaje alguno. El orador principal fue el comandante David, que pronunció un discurso para condenar los quince años de “mal gobierno” en México y el perjuicio que ello ha causado a los indígenas del país…” -cuenta hoy ELPAIS Y eso a pesar de que Marcos había hecho un llamamiento público invitando a sus seguidores a participar en los acontecimientos de estos días.
Según informa la prensa mexicana, “David” repasó los 15 años de vida del EZLN, como su posición con los partidos políticos, la postura de los rebeldes ante los programas oficiales y el programa de lucha antineoliberal.
Y pese a que la guerra que libraron los rebeldes fue sólo de los primeros días de enero de 1994, desde entonces, expuso el comandante David, han sido golpeados por las fuerzas gubernamentales. “Desde entonces los pueblos indígenas que nos propusimos luchar por un mundo mejor y más humano empezamos a ser más perseguidos y golpeados en todos los aspectos por los nuevos gobernantes de nuestro país y por los poderosos y por los partidos políticos”. Dijo que en su afán por debilitar y “destruir” la base social del grupo armado, el Gobierno ha repartido “limosnas” a través de sus programas asistenciales a las familias con el fin de “contentar”, “acallar” y “calmar” el hambre de la gente pobre.
“El Gobierno federal de tratar de convencer y comprar conciencia de las bases de apoyo zapatistas, prometiéndoles mejores condiciones de vida para olvidar a sus muertos y a sus justas demandas. Desgraciadamente hay hermanos indígenas que han caído en estas trampas”, -dice El Informador.
La wikipedia describe a Marcos como “el principal portavoz y mando militar” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). “Hizo su aparición pública el 1 de enero de 1994, cuando lanzaron una ofensiva militar en la que tomaron seis cabeceras municipales del estado sureño mexicano de Chiapas, demandando democracia, libertad, tierra, pan y justicia para los indígenas”.
El subcomandante, y la filosofía con la que coloreó a todo el movimiento, dió una dimensión mundial a sus reivindicaciones. Han pasado 15 años desde aquello y la figura de Marcos se desdibuja, a voluntad propia. Poco a poco ha ido cediendo el testigo a sus seguidores y el zapatismo…ha ido “pasando de moda“, - según afirmó a finales de 2007 él mismo en la revista Gatopardo.
En esa entrevista, una de las últimas concedidas por el líder de los zapatistas, Marcos se sinceró ante la periodista Laura Castellanos: “en algún momento puso en la mesa la duda que a veces lo atormenta: ¿Marcos fue un error que ahora le costaba al zapatismo?”, -contó después ella.
No todo está aparcado, sin embargo. Según aquella entrevista, Marcos se niega claudicar: ”Menos aun cuando el momento histórico es oportuno: faltan dos años para el 2010, aniversario del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución mexicana. Ahí se probará, dice, que “es un mito eso de que el pueblo mexicano aguanta lo que sea, porque por lo menos cada cien años contesta que ¡no!”. -concluía el reportaje.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Alegría indígena por Raposa do sol en Brasil

Alegría indígena al ver confirmados sus derechos territoriales por el Supremo Tribunal. (11 Diciembre 2008-survival-AYI)
Niños makuxi en Uiramutã, Raposa Sierra del Sol, Brasil.
© 1996 Fiona Watson/Survival
Indígenas de todo Brasil celebran hoy que la mayoría de jueces del Supremo Tribunal Federal haya confirmado sus derechos territoriales en un juicio clave. Los representantes indígenas han declarado que esta decisión, que precisamente se produjo ayer durante la celebración del 60º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, supone una “gran victoria”.
La sentencia afecta al territorio indígena de Raposa-Serra do Sol (“Tierra del Zorro y Montaña del Sol”), en el estado amazónico de Roraima. Un pequeño grupo de poderosos terratenientes agrícolas que ambicionan la tierra de los indígenas y que cuentan con el respaldo de políticos locales, había solicitado al Supremo Tribunal que revocase el reconocimiento legal del territorio, que el presidente Lula ratificó en el año 2005. Ayer, ocho de los once jueces del Supremo Tribunal confirmaron los derechos de los indígenas sobre la tierra, argumentando que había sido demarcada conforme a la Constitución. Afirmaron la importancia de mantener los territorios indígenas como áreas unidas y continuas, y establecieron que los territorios situados en los bordes fronterizos de Brasil no suponen un riesgo para la soberanía nacional.
Los cinco pueblos indígenas de Raposa habían luchado durante 30 años para recuperar su tierra ancestral. El grupo de terratenientes se negó a abandonar la zona cuando fue demarcada como territorio indígena y desde la demarcación han llevado a cabo una campaña de violencia contra los indígenas para evitar ser expulsados de la tierra.
Unas impactantes imágenes grabadas el pasado mes de mayo muestran a varios pistoleros contratados por uno de los terratenientes atacando a una comunidad indígena makuxí con bombas caseras y disparos. El ataque se saldó con un balance de 10 indígenas heridos.
Los jueces también resolvieron que los terratenientes agrícolas deberían abandonar Raposa-Serra do Sol, pero no especificaron cuándo. Esto se decidirá cuando el fallo se concluya durante la próxima sesión del juicio que comenzará en febrero del 2009, cuando los tres jueces restantes emitan sus dictámenes.
Jacir José de Souza, líder makuxí del Consejo Indígena de Roraima, declaró: “La Tierra es nuestra Madre. Estamos contentos de haberla recuperado y de que el Supremo Tribunal haya defendido a los pueblos indígenas”.
Los indígenas de Raposa-Serra do Sol creen que la pérdida de su tierra hubiera destruido su forma de vida. Todos los indígenas de Brasil temían que si el Supremo Tribunal Federal hubiera revocado la demarcación de su territorio, se habría dejado a sus tierras expuestas a tener que enfrentarse a decisiones legales similares.
El movimiento internacional por los pueblos indígenas, Survival International, ha manifestado: “Estas son noticias fantásticas para los pueblos de Raposa-Serra do Sol. El Gobierno brasileño debe asegurar ahora que los terratenientes agrícolas abandonan la zona y que finaliza la campaña de terror contra los indígenas. También debe asegurar que se respetan en todo el país los derechos territoriales de los indígenas, para que nunca más volvamos a ver semejantes ataques a los indígenas en su propia tierra”.


Más información:
Laura de Luis
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