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domingo, 26 de julio de 2015

Argentina- Asesinatos de Napalpí pueden ser juzgados como delito de lesa humanidad


91 años después
La Masacre de Napalpí podría ser juzgada como delito de lesa humanidad

Más de cuatrocientos indígenas fueron baleados en 1924 en Chaco por hacer una huelga y protestas por las condiciones de esclavitud en las que vivían. Los heridos eran rematados a machetazos. Pedro Balquinta hoy tiene 108 años y es el único sobreviviente vivo de la masacre. El año pasado el hombre declaró en la fiscalía federal de Resistencia y la investigación podría derivar en un juicio por la verdad.


Con 108 años, Pedro Balquinta es el único sobreviviente- Fiscalía Federal de Resistencia

Por: Gustavo Ahumada

En 1924, más de cuatrocientos indígenas que realizaron una huelga para mejorar sus condiciones de vida y trabajo en la reducción Napalpí, provincia de Chaco, fueron asesinados. Noventa y un años después, esa masacre puede terminar en un juicio por la verdad. 
Los fiscales federales de Chaco presumen que la matanza se trató de delitos de lesa humanidad y analizan la posibilidad de la intervención del Equipo de Antropología Forense (EAAF) para examinar la fosa común donde fueron depositados los cuerpos de los indígenas.

“El motivo de la protesta fue mejorar las condiciones de vida, esclavitud en realidad, a la administración de la reducción indígena”, cuenta Juan Chico, historiador y autor de “Napalpí. La voz de la sangre”.

La huelga incluía a indígenas de las etnias Moqoit, Qom y Vilelas porque la paga no era buena, se les daban vales en lugar de dinero por su trabajo, había maltratos y además estaban cercados por el propio gobierno provincial. Al iniciarse la protesta, y ante los reclamos de los terratenientes de la zona, el entonces gobernador Francisco Centeno firmó un decreto donde prohibió la salida de los indígenas de la reducción. Una salida que buscaban por aquellos años los indígenas ante las malas condiciones laborales era ir hacia el norte argentino para trabajar en los ingenios azucareros ubicados en Salta y Jujuy. Pero la presión de la oligarquía los cercó en la reducción.

El 19 de julio de 1924 era sábado, los mayores esperaban reunirse en el parlamento indígena y los chicos jugaban y correteaban por ahí. Dos días antes, una avioneta piloteada por policías había pasado por el lugar de la huelga para ver quiénes estaban allí y los diarios de Resistencia ya hablaban de “sublevación indígena”. “Aún seguía vigente una idea del famoso malón que iba a atacar a Resistencia”, explicó Chico. El gobernador Centeno dio la orden.

“Llegaron las fuerzas policiales, estaban a 200 o 300 metros de la toldería y venía un jefe en un jeep”, contó Mario Yrigoyen, hijo de Melitona Enrique, una de las sobrevivientes de la masacre. Comenzaron los tiros. Ciento treinta policías y algunos civiles comenzaron a disparar unos 5 mil tiros durante 45 minutos, no importaba si eran hombres, mujeres o niños. Los heridos eran rematados a machetazos, los que escapan eran perseguidos y también muertos.

Pedro Balquinta hoy tiene 108 años y es el único sobreviviente vivo de la masacre. El año pasado declaró en la fiscalía federal de Resistencia, ante el fiscal Diego Vigay, y recordó que “en la reducción Napalpí mataron a muchos. Los taparon en un pozo grande, un solo pozo”. “Tiraban todos juntos. No le dieron tiempo a salir. Muchos murieron con la primera descarga. Tiraban sin ninguna contemplación. Había ancianos, niños, jóvenes, mujeres embarazadas. Los heridos trataban de correr. La policía avanzaba y seguía tirando, para aniquilar, para fundirle a todos los que estaban haciendo el reclamo”, contó Sabino, el otro hijo de Melitona. Más de 400 indígenas fueron asesinados y algunos de sus restos fueron exhibidos como trofeos en la comisaría de Quitilipi.

La investigación

Junto con Vigay, los fiscales federales Federico Carniel y Patricio Sabadini, comenzaron una investigación de oficio de la masacre con la recopilación de documentos que incluyen investigaciones históricas sobre los hechos; el expediente judicial original de la época; informes de la Comisión de Reducciones de Indios sobre el funcionamiento de las Reducción Napalpi; las memorias del Ministerio del Interior de la Nación; y el libro de sesiones de la Cámara de Diputados cuando interpelaron al Ministro de Gobierno de la Nación por los hechos.

En diálogo con Infojus Noticias, Vigay explicó que aún “debe analizarse la factibilidad de realizarse exhumaciones con la debida autorización de las comunidades Qom y Moqoit y la intervención del EAAF” y una vez finalizado esto “la Fiscalía deberá requerir - al no existir imputados con vida - la apertura de un juicio por la verdad y que se pretendemos sea oral y público”. En noviembre del año pasado los fiscales tomaron declaración a Balquinta y a los hijos de las sobrevivientes de la masacre, Melitona Enrique y Rosa Chara.

Además, en la fiscalía también tienen los legajos de agentes policiales que participaron del ataque, el informe y fotografías tomadas por el antropólogo alemán Lehman Nietsche que estuvo al mismo momento de la masacre, reportes periodísticos de la época, “Informes y Documentos del Archivo Histórico de la Provincia del Chaco” Monseñor José Alumni” del Museo del Hombre Chaqueño, del Ministerio de Defensa de la Nación, entre muchos otros documentos.

Vigay recordó lo que decía el acta de apertura de la investigación de la Fiscalía; al sostener la necesidad de “la búsqueda de la verdad y el ejercicio de la memoria histórica para que los hechos de violencia no se repitan”.

“Los viejos prefirieron morirse de pie luchando”

“Es un hecho histórico, es la primera vez que se está planteando un juicio por la verdad, el tiempo que estamos viviendo en el país y en la provincia, reivindicar la lucha de nuestros mayores”, explica Juan Chico sobre lo que realizan los fiscales y recuerda palabras del ex integrante de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, cuando sostuvo que “la sociedad Argentina tiene que empezar a reconocer que la nación fue fundada a partir del genocidio indígena”.

Además, que hoy se esté investigando en la Justicia la masacre, para Chico muestra “el avance y el reconocimiento del movimiento indígena en el Chaco y en el país”. “Pensar que los viejos prefirieron morirse de pie luchando” aunque “sabían que con lo que hacían lo que les tocaba era la pena de muerte”, reflexionó.

Este año, a los 91 años de la masacre, fue la primera vez que la comunidad realizó un homenaje en el lugar de los hechos, donde está la fosa donde se enterraron los cuerpos de los indígenas asesinados.

GA/AF
http://www.infojusnoticias.gov.ar/nacionales/la-masacre-de-napalpi-podria-ser-juzgado-ser-delito-de-lesa-humanidad-9254.html
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VIDEO: SOBREVIVIR (masacre de Napalpi)
https://youtu.be/LAj2zAm4dg4


Masacre de Napalpí
De Wikipedia, la enciclopedia libre

La Masacre de Napalpí es el nombre con el que se conoce la matanza de 200 indígenas de las etnias qom y mocoví a manos de la policía chaqueña y grupos de estancieros, acaecida el 19 de julio de 1924, hace ya 91 años y 7 días, en la Colonia Aborigen Napalpí, Provincia del Chaco, Argentina.

Fue una de las masacres de mayor magnitud cometida en Argentina durante el siglo XX.

Antecedentes

Unos cuarenta años antes, el ejército argentino había lanzado una campaña militar para someter a los pueblos indígenas del Chaco que dio como resultado la muerte de millares de indígenas y la desintegración social y cultural de numerosas etnias en las actuales provincias argentinas de Formosa y Chaco que en ese momento eran territorios nacionales.

Se fundaron numerosos fortines con el fin de mantener a raya a los indígenas vencidos. Sus tierras fueron vendidas a colonos europeos, en particular italianos y franceses, quienes pronto las destinaron a la producción de algodón. Numerosas tribus fueron confinadas en reducciones en donde fueron sometidas a un régimen de explotación muy cercano a la esclavitud. Una de tales reducciones era Napalpí, nombre qom (toba) que significa, precisamente, lugar de los muertos, fundada en 1921 y cuyo nombre actual es Colonia Aborigen Chaco.

Los aborígenes de la reducción, de la etnia qom, se dedicaban al cultivo de algodón y estacionalmente al cuidado de las haciendas de los colonos de estancias vecinas.

En 1924 las autoridades de la reducción dispusieron que los indígenas debían entregarles el 15% de su producción de algodón. Esta quita compulsiva provocó gran descontento entre los habitantes.

A ello, se le sumó cierto grado de efervescencia popular producido por el resurgimiento en las comunidades de prácticas chamánicas asociadas con un cierto mesianismo. Aparecieron líderes indígenas que aseguraban que los dioses volverían a la Tierra y les devolverían la vida a los indios que habían sido «mal muertos por los blancos».

Empezaron a producirse enfrentamientos en los que grupos de indígenas comenzaron a matar animales y saquear granjas de los colonos. En junio un chamán llamado Sorai fue asesinado por la policía en un confuso episodio y poco tiempo después, probablemente en venganza, mataro un colono francés los indígenas. El gobernador del Chaco, Fernando Centeno, inició los preparativos para una feroz y brutal represión.
La masacre

El día 19 de julio de 1924 muy temprano, un grupo de unos 130 hombres, entre policías, estancieros y civiles blancos de la zona, fuertemente armados con fusiles Winchester y Mauser, rodearon el campamento donde se habían reunido los indígenas alzados que, armados tan sólo con palos, bailaban en una fiesta religiosa organizada por los chamanes en la zona del Aguará, un área considerada sagrada por los qom ubicada dentro de los límites de la colonia. Convencidos de que los dioses los protegerían de las armas de fuego de los hombres blancos no pudieron ofrecer resistencia a los disparos dirigidos al campamento durante cuarenta minutos. Luego los blancos entraron al mismo para rematar a machetazos a los indígenas que quedaban, muchos moribundos, incluidos mujeres y niños.

A finales de los años veinte, el periódico Heraldo del Norte recordó así el hecho:


Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un sólo disparo, [los policías] hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad.

El 29 de agosto —cuarenta días después de la matanza—, el ex director de la Reducción de Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso Nacional:


La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados.

En el libro Memorias del Gran Chaco, la historiadora Mercedes Silva, confirma el hecho y cuenta que al mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga «se lo mató de manera salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla».

En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Mario Vidal detalla: «El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el siglo XX. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista».

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destacó:

Se dispararon más de 5000 tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados.

En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno, contó la historia que es transmitida de generación en generación:


En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza.

La Reducción de Napalpí había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví.

En julio de 1924, Federico Gutiérrez (corresponsal del diario La Razón) escribió: «Muchas hectáreas de tierra flor están en poder los pobres indios, quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto».

Paradigma del despojo

Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y los terratenientes - con la mano de obra policial o militar - para privar a los pobladores originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de producción. Todos los historiadores revisionistas coinciden en esa mirada y, en el libro La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940, Nicolás Iñigo Carrera afirma: «Los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por la vía política con la represión y por la vía económica tuvo como objetivo eliminar sus formas de producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado. [...] Se comenzó a privar a los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que los convertía en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, premisa necesaria para la exitencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido».

Además de someterlos, el gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a grandes terratenientes y concentrar a los indígenas en reservas. Siempre la versión oficial, «civilizadora y cristiana», hablaba de malones o enfrentamientos despiadados. 
Pero los muertos siempre eran pobladores originarios. 

Acerca de estos imaginarios combates, el historiador Alberto Luis Noblía remarca que «las naciones aborígenes chaqueñas no practicaron el malón, usual en otros pueblos. Todo lo contrario, los inmigrantes llegados de Europa nunca fueron perseguidos por los entonces dueños de las tierras. Al contrario, el colono supo encontrar en el indígena mano de obra barata».

El 21 de julio de 1925 —un año después de la matanza—, el ministro del Interior, Vicente Gallo, reconocía los deseos del presidente Alvear: «El Poder Ejecutivo considera que debe encararse definitivamente, como un testimonio de la cultura de la República, el problema del indio, no sólo por razones de humanidad y de un orden moral superior, sino también porque una vez incorporado a la civilización será un auxiliar valioso para la economía del norte del país».

Los testimonios de testigos oculares hablan de unos doscientos muertos. Las fuentes coinciden en señalar que no hubo resistencia alguna por parte de los indígenas, por lo que el hecho fue, en la práctica, un fusilamento masivo seguido de actos aberrantes:

...les extraían el miembro viril con testículos y todo, que guardaba la canalla como trofeo... 

Los de Quitilipi declararon luego que estos tristes trofeos fueron exhibidos luego, haciendo alarde de guapeza en la comisaría... Para completar el tétrico cuadro, la policía puso fuego a los toldos, los cadáveres fueron enterrados en fosas... hasta ocho cadáveres en cada una... (y algunos quemados).

Ninguno de los hombres que cometieron la masacre murió o resultó herido y nunca se realizó una investigación ni se llevó a juicio a los culpables.

Pedido de perdón de la Provincia del Chaco

En enero de 2008, el gobierno de la Provincia del Chaco pidió disculpas públicas y oficiales por la masacre y rindió homenaje a la única sobreviviente, Melitona Enrique, que cumplía 107 años ese día y que fallecería el 13 de noviembre de 2008.

https://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_Napalp%C3%AD
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LA MASACRE DE NAPALPÍ - 19 de julio de 1929

Melitona Enrique, sobreviviente de
la masacre, a los 106 años de edad.

80 años de memoria prohibida
(Por Darío Aranda)

En 1924 asesinaron a 200 aborígenes de Napalpí, Chaco. Reclamaban por sus salarios. A los descendientes ni siquiera les permiten recordar el hecho en un acto en las escuelas.

El cacique José reclama una reparación histórica.

Cuando se cumplen 80 años de la matanza de 200 tobas y mocovíes, en Napalpí, Chaco, un cacique reclama una reparación histórica que, desde hace décadas, es incumplida: un cartel que indique que allí tuvo lugar la masacre ordenada por el gobernador chaqueño, Fernando Centeno. El 19 de julio de 1924, a la mañana, la policía rodeó la Reducción Aborigen de Napalpí, de población toba y mocoví, y durante 45 minutos no dejaron descansar los fusiles. No perdonaron a ancianos, mujeres ni niños.

Asesinaron a todos y, como trofeos de guerra, cortaron orejas, testículos y penes, que luego fueron exhibidos como muestra de patriotismo en la localidad cercana de Quitilipi. Los asesinados fueron más de 200 aborígenes que reclamaban una paga justa para cosechar el algodón de los grandes terratenientes. Para justificar la matanza, la versión oficial esgrimió una "sublevación indígena". A 80 años de la masacre, no habrá actos oficiales, pero los pobladores originarios la recordarán en cada comunidad.

En 1895, la superficie sembrada de algodón en el Chaco era de sólo 100 hectáreas. Pero el precio internacional ascendía y los campos del norte comenzaron a inundarse de capullos blancos donde trabajaban jornadas eternas miles de hombres de piel oscura. En 1923, los sembradíos chaqueños de algodón ya alcanzaban las 50 mil hectáreas. Pero también debían multiplicarse los brazos que recojan el "oro blanco".


El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. 
Pero en julio de 1924 los pobladores originarios toba y mocoví de la Reducción Aborigen de Napalpí –a 120 kilómetros de Resistencia– se declararon en huelga: denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy ofrecieron mejor paga. Hacia allá intentaron ir los pobladores, pero el gobernador Centeno prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. 
Los pobladores de Napalpí decidieron resistir. El 18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón indígena, Fernando Centeno dio la orden.

A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45 minutos de disparar los Winchester y Mauser a todo lo que se movía, sólo quedó el silencio y la humareda de los fusiles. Los heridos –fueran hombres, mujeres o niños– fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó el hecho a finales de la década del ’20: "Como a las nueve, y sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".

El 29 de agosto –cuarenta días después de la matanza–, el ex director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga, escribió una carta que fue leída en el Congreso nacional: "La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados".

El libro Memorias del Gran Chaco, de la historiadora Mercedes Silva, confirma el hecho y cuenta que el mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, corrió esa suerte. "Se lo mató en forma salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla", asegura.

En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados,algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destaca: "Se dispararon más de 5 mil tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta de que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza."

La Reducción de Napalpí –palabra toba que significa lugar de los muertos– había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto".

A ochenta años de la masacre, el lugar está sólo habitado por una familia que dice escuchar los lamentos de las víctimas cuando cambia el viento. El cacique Alfredo José dijo a Télam que reclama una reparación histórica. Su antecesor, Angel Nicola, recordó con amargura las promesas incumplidas de autoridades y legisladores. Reclaman que se coloque un cartel que indique que allí, en Napalpí, ocurrió la matanza. José impulsó una ceremonia en la escuela de Colonia Aborigen, pero no prosperó porque el tema no figura en los programas de estudios de los descendientes de los masacrados. Una frustración más: los carteles oficiales de la Ruta Nacional 16 ubican a Napalpí en otra parte, como otra muestra del olvido y ocultamiento.


http://www.lagazeta.com.ar/napalpi.htm
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Fernando Centeno, gobernador del Chaco y promotor de la masacre de Napalpí perpetrada por las fuerzas policiales, del ejército y civiles contra los indígenas qom y wichi en 1924.
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Vea un completo informe sobre estos asesinatos en:  http://www.elortiba.org/napalpi.html

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